sábado, 27 de febrero de 2010

Señor Sí

Antes de que la formación original quedara reducida a Xavi Garre, Señor No grabó en la sala Bukowski de San Sebastián (desaparecida poco después si no ando desencaminado), con Mikel Yarza ya a la guitarra en lugar de Imanol, este directo semiacústico en el que el grupo vasco aparca la electricidad salvaje, asimilada del punk rock y del high energy (y en la que se mueve como pez en el agua), para mostrarnos cómo se mantiene la intensidad aun perdiendo decibelios.

Señor Sí (2005) es una delicia en la que los donostiarras desarrollan su faceta más r&b en los instrumentales que abren y cierran el disco, las adaptaciones de temas propios, y la versión del Crawling Up A Hill de John Mayall. El siempre espléndido Andoni a los tambores y Mikel al bajo acompañan a las guitarras acústicas y eléctricas (menos distorsionadas para la ocasión) de Yarza y Garre. El formato elegido hace inevitable que la voz de este último y las historias que canta tomen especial relevancia. Historias en las que, haciendo honor al nombre del grupo, solipsismo ("Donde el destino lo inventa uno mismo en su interior", "Yo también quiero esparcir mi soledad") y nihilismo ("Ya llegó otra vez el momento de fingir", "Sobre el resto, qué contar / Tiempo vacío, humo que se disipará") son protagonistas en hermosos versos como los entresacados de Otro Lugar, Llámame o Mujer Salvaje.

Al igual que en el anterior y también excelente Siempre te diré que no, las cosas se complicaron, y si bien el concierto fue registrado en mayo de 2004, no fue hasta septiembre del año siguiente —en el largo ínterin Andoni y Mikel abandonan el grupo— que veía la luz en el sello Gaztelupeko Hotsak. No ha vuelto a publicar desde entonces el cuarteto elepé como tal, pero sí lo ha hecho acompañando al gran Roy Loney (Got Me A Hot One), con el que ha girado varias veces por España protagonizando explosivos conciertos. De todos modos, el temazo del single compartido con Nuevo Catecismo Católico publicado en 2009 por No Tomorrow (A todas luces) nos recuerda, mientras esperamos que este 2010 vea la luz su nuevo larga duración, que todavía hay Señor No para rato.

domingo, 21 de febrero de 2010

Alive!

Entre los clásicos dobles elepés en vivo de los años setenta, Alive!, publicado por Kiss en septiembre de 1975, ocupa un lugar privilegiado que el tiempo no ha hecho sino confirmar.

Entre 1974 y 1975, Kiss edita sus tres primeros discos en estudio y pone la guinda con Alive!, que les catapulta al éxito masivo en Estados Unidos, sobre todo entre los adolescentes. Moviéndose entre el high energy de los Stooges y el hard rock de Alice Cooper, la música de Kiss no tiene el componente experimental que tienen los dos grupos de Detroit y apela al joie de vivre —las mujeres, el rock and roll y la juerga son el leitmotiv de las letras— de una generación que ha dicho adiós definitivamente a la utopía hippie —quizá el espejismo de unos jóvenes malcriados— y se prepara despolitizada y anestesiada para afrontar el neoliberalismo con el que Ronald Reagan terminará por hundir en las cloacas morales a su país.

Registradas en ciudades como la mencionada Detroit o Cleveland, las canciones (ayudadas por una parafernalia escénica que, obviamente, se pierde en el vinilo) se suceden una tras otra haciendo valer en directo la condición de himnos que ya tenían en el estudio, pero sin la energía de la que el escenario dota al cuarteto. Simmons, Stanley, Criss y Frehley suenan como un cañón, un vendaval de rock and roll, pero hay que reconocer que la guitarra del último destaca por su estilo único e incisivo, como si se te agarrara al estómago.

En fin, que tras escuchar y cantar Hotter Than Hell, C'mon And Love Me o Rock Bottom uno se pregunta por qué la vida no es como proclaman Simmons y compañía: rock and roll all nite and party every day. Quizá pueda parecer pueril esta afirmación, pero ¿qué es el adulto sino un niño enmascarado por la cultura, el disimulo y la desazón? No paren de mover los pies mientras lo piensan, pero, sobre todo, no paren de mover los pies a ritmo de Kiss y su Alive!

sábado, 6 de febrero de 2010

Electric

Admitámoslo desde el principio: el riff de Wild Flower está levantado a AC/DC; el de Love Removal Machine a los Stones; y el solo de Peace Dog es cortesía de Jimmy Page, también maestro de la apropiación indebida además de espléndido guitarrista. Pero a pesar de todo, Electric (1987) es un pedazo de disco hard rockero.

El rock gótico gótico de Love iba a tener continuación, al parecer, en Peace, disco grabado, pero no publicado, bajo la batuta de Steve Brown, el mismo productor de Love, pero Rick Rubin se cruzó en el camino y el resultado fue el sonido seco y duro de Electric, en contraste claro con la producción hinchada, típica de los años ochenta, de los dos primeros elepés de The Cult (aunque no por ello menos válidos).

Mostrando sin pudor sus influencias y su origen, Electric es un tratado de rock duro de los setenta, en el que, por encima de las canciones (que las hay, y muy buenas), prima la interpretación de unos músicos entregados a la causa del rock. Ian Astbury y Billy Duffy, por supuesto, están soberbios, pero, en mi opinión, quien destaca por encima del resto es Les Warner, fantástico baterista que destaca aún más por omisión, pues fue el único disco que grabó con los Cult.

Sonic Temple, dos años más tarde, aunaría las melodías de Love con el sonido de Electric, y volvería a tomar prestado del legado de Led Zeppelin. ¿Plagio? No si consideramos la afirmación de Borges, ya traída a este blog, de que todo arte es plagio. Menos todavía si tenemos en cuenta que el grupo de Robert Plant se inspiró en bluesmen del pasado —abriendo nuevos caminos a partir de ellos— a la hora de componer sus temas, sin que ello reste un ápice de validez a su extraordinaria categoría artística. Es evidente que no es tanta la de The Cult, pero, plagio o no de por medio, afirmo de nuevo que Electric sigue siendo un gran disco veintitrés años después de su publicación. No hay originalidad, de acuerdo, pero autenticidad la hay a raudales. Además, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.