miércoles, 27 de diciembre de 2017

Grande Rock


 

La marcha de Dregen de la banda para ocuparse solamente de sus Backyard Babies (de ello saldrá el tremendo Total 13) hará que los Hellacopters pierdan la etiqueta punk para convertirse en un grupo de rock con las lecciones del garage, el high energy y el hard bien aprendidas. Descubrir algo nuevo en el mundo del rock and roll en 1999 era algo muy complicado, pero no era ésa la misión de los suecos; la suya era la de perpetuarlo de la manera más convincente y apasionada posible, la de poner toda la carne en el asador al interpretar unas composiciones espléndidas listas para asaltar al oyente y presentadas bajo el título de Grande Rock. MC5, Dictators, Kiss (Paul Stanley tiene sus canción homónima en el disco), Rolling Stones, Motörhead, Stooges y otros son invocados aquí y allá, si bien la banda de Nick Royale tiene un sonido particular —entroncando con sus anteriores trabajos— que conjuga las potentes guitarras de su cantante y (solo en Grande Rock) Boba Fett, las teclas de éste, la batería nerviosa de Robert Eriksson (hija de la de Keith Moon) y el bajo de Kenny Håkansson: cuatro tipos que muerden criados en los brazos de Chuck Berry y que no parecen albergar dudas sobre su objetivo. La edición en vinilo añadía una versión del Angel Dust de Venom, adaptada sin problemas al universo hellacopter, que endurecía el conjunto sin mejorarlo o alterarlo. El de un elepé excelente de un grupo que todavía tendría mucho que decir los años siguientes pero que en Grande Rock ya rozaba su nivel más alto.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Zenyatta Mondatta


Con el tiempo quizá sea el disco de Police que más aprecie, teniendo como tengo los dos primeros en un altar. En Zenyatta Mondatta (1980) el trío profundiza en la desnudez de su estilo, el tono es más grave —a pesar de los momentos de distensión— y los singles, pegadizos y coreables, no son himnos como Roxanne, So Loney o Message In A Bottle.

La experiencia de Sting como maestro y la obra maestra de Nabokov, Lolita, dan vida a Don't Stand Close To Me, cuyo polémico contenido es advertido por el inquietante sintetizador que abre el tema. La sobriedad del bajo de Sting, la peculiar guitarra de Andy Summers y la extraordinaria batería de Stewart Copeland dibujan la magnífica composición del primero. La conciencia política de éste asoma en Driven To Tears, una canción inmejorable en la que destaca sobremanera un Copeland lleno de ideas y fuerza y el breve solo de Summers. Un motivo de bajo, un arpegio de guitarra con su eco correspondiente y un ritmo muy marcado de batería se repiten constantemente en la minimalista When The World Is Running Down, You Make The Best Of What's Still Around. Canary In A Coalmine es uno de esos "momentos de distensión" a los que aludía, instantáneo reggae pop que choca con Voices Inside My Head, descripción sonora de las voces internas que nos atormentan en un corte semiinstrumental. Bombs Away es una sátira política y el primero de los dos temas que trae Copeland al álbum.

La segunda mitad la encabeza De Do Do Do, De Da Da Da, una de las canciones más famosas del grupo británico. Loa a la sencillez de brillante letra, el que fuera segundo single del elepé contrasta violentamente con Behind My Camel, extravagante instrumental de Andy Summers que será versionado por Primus, banda fuertemente influida por The Police y, en concreto, Zenyatta Mondatta. Man In A Suitcase sigue la (breve) estela de Canary In Coalmine antes de que Shadows In The Rain desarrolle sus cinco minutos de psicodelia marciana plagada de garabatos y ruidos de la guitarra de Summers. La segunda composición de Stewart Copeland es el tema instrumental que completa el disco, The Other Way Of Stopping, buena coda para rematar un trabajo de mucha brillantez y verdaderamente singular que, a pesar de los problemas coyunturales que arrastró su gestación, llevaba a sus autores a un nivel de creatividad muy alto, paralelo como mínimo al de Outlandos d'Amour y Reggatta de Blanc. E incluso superior.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Abraxas


Si hablábamos en la anterior entrada de un grupo participante en el mítico festival de Woodstock que publicaba su tercer elepé en 1970 —The Band—, lo hacemos ahora de otro que también estuvo allí y asimismo tenía disco en el mercado al año siguiente: Santana y su excepcional Abraxas. La banda del guitarrista mexicano registraba un trabajo subyugante que parece convertir en sonido Los pasos perdidos, Cien años de soledad y parecidas joyas del realismo mágico hispanoamericano.

Un instrumental escrito por el percusionista Mike Carabello, Singing Winds, Crying Beasts, inicia una liturgia esotérica que van a corroborar, sin solución de continuidad, las soberbias versiones del Black Magic Woman de Fleetwood Mac y el Gypsy Queen de Gábor Szabó, conformando ambas un solo tema. Las percusiones de Carabello y Chepito Areas, la batería de Michael Shrieve, el bajo de Dave Brown, el teclado de Gregg Rolie y la guitarra de Carlos Santana ponen en pie un entramado de rock ácido, ritmos latinos y jazz de mucha originalidad, belleza y vigor. La lectura del Oye cómo va de Tito Puente es una delicia de gozoso e imparable ritmo que hará universal la composición del neoyorquino, y en la que sobresale el rol solista del órgano de Rolie y las seis cuerdas de Santana. Incident At Neshabur, escrita por Santana y Alberto Gianquinto, completa la primera cara mediante otra pieza únicamente instrumental en la que Gianquinto además aporta su piano.


Escrito Se A Cabo, Se acabó —en correcto castellano— es un tema de Areas encargado de encabezar la segunda mitad de los surcos. Cantada y compuesta por Gregg Rolie, Mother's Daughter, se acerca al rock pesado vía Jimi Hendrix, gimiendo distorsionado el instrumento de Santana cual émulo del creador de Are You Experienced. Samba pa ti, tercer y último corte sin vocalista, es un original de Carlos Santana pensado para su lucimiento, cerca de cinco minutos donde saborear su magnífica técnica. Hope You're Feeling Better repite el esquema, el cantante y el autor de Mother's Daughter con resultados igualmente espléndidos. Una miniatura de Areas, con la percusión y la voz de Rico Reyes (que ya hemos escuchado en Oye cómo va), finiquita un trabajo que, a la par que hijo del momento al que pertenece, exhibe una personalidad enorme y arrebatadora que le diferencia de lo que le rodea, precede y obviamente influye.

Autor de la portada de Bitches Brew, que también ve la luz en 1970, el cuadro de Mati Klarwein que pone imagen al plástico y la cita de Herman Hesse en la contraportada —el título de Abraxas está extraído de Demian— acentúan el carácter pagano y psicodélico del álbum, la obra maestra de un grupo en absoluto estado de gracia a situar a la altura de All Things Must Pass, Led Zeppelin III, Fun House, American Beauty, Cosmo's Factory, Paranoid, John Lennon/Plastic Ono Band, Free Your Mind And Your Ass Will Follow, Sunflower, Loaded y, por supuesto, el ímplicitamente citado Stage Fright. Un año de gloria para el rock and roll, para la cultura popular y para uno de sus más conspicuos representantes: Santana.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Stage Fright


El aspecto de odisea arcaica hecha vanguardia que tenían los extraordinarios Music From Big Pink y The Band no lo tiene, desde luego, Stage Fright, tercer elepé del grupo canadiense que asoma al mundo sus virtudes en 1970. Y digo virtudes desde el principio, pues el que sus canciones se acerquen a un concepto rock en el que el folk tenga menos peso, no las hace peores que las que conformaban —misteriosas y cocinadas a fuego lento— sus dos primeros álbumes. Simplemente, las hace diferentes. La calidad de las composiciones que trae Robbie Robertson (con alguna ayuda de Levon Helm y Richard Manuel) es indiscutible, fenomenal colección de una banda todavía exquisita y de una musicalidad de primerísima categoría.


Strawberry Wine abre el álbum con un sabor a honky tonk que contrasta con la delicadeza de Sleeping, poética y emocionante canción que une a The Band con Randy Newman en algún lugar de nuestros sueños. Vuelve el hony tonk barnizado por el rock and roll a Time To Kill, cuya deliciosa instrumentación nos lleva a ese cruce de boogie-woogie y pop titulado Just Another Whistle Stop. All La Glory es una balada tocada por los ángeles y dominada por el sonido del acordeón de Garth Hudson y ese órgano espacial del que desconozco si se encarga él o Richard Manuel. De lo que sí estoy seguro es de que es este último quien canta el que quizá sea el himno por antonomasia de los creadores de Cahoots: The Shape I'm In. Funk y rhythm and blues nutren una canción irresistible que es puro groove y en la que vuelve a destacar el órgano, aquí sin duda, de Hudson. The W.S. Walcott Medicine Show y Daniel And The Sacred Harpprimorosamente interpretados ambos— conectan con el universo ancestral que alimentaba los trabajos previos del grupo, el primero de los temas jugando con el dixieland y el segundo con el bluegrass. Del pánico escénico como metáfora del miedo a la fama, sus aledaños y consecuencias nos habla Stage Fright, filigrana pop que nos conduce a The Rumor, cuya mayestática cadencia —servida por el bajo de Rick Danko y la batería de Levon Helm— pone fin a un disco sobresaliente de arriba abajo, a pesar de apartarse del misticismo de sus antecesores.


Registrado en el Woodstock Playhouse pero sin público y con Todd Rundgren como ingeniero de sonido, Stage Fright posee esa frescura e inmediatez en lo musical que Robbie Robertson y el propio Rundgren buscaban y que el resto del quinteto, o parte, no veía tan claras o con tan buenos ojos. Frescura e inmediatez que parecen enfrentarse a unos textos básicamente negativos y tristes que reflejan la realidad de una banda que ya se está resquebrajando, aunque para la separación definitiva todavía faltaran varios años. Sea como fuere, un tercer paso igual de imprescindible para el que solo tengo las alabanzas en el texto reflejadas.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Distancia


Con los años echo de menos
las noches en casa de mis primos
las bolas de nieve en la Vuelta del Castillo
la llamada al timbre de mi amigo David
el botellón de los Caídos
los helados que me compraba mi abuelo
mi primera novia y mi primer cigarro
escuchar a Bryan Adams en casa de Fran
los veranos con mis padres y mis hermanos
reírme con Kike, David y Guillermo
el último concierto de Kortatu
jugar con Chechu y los Gainza
El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado
las casetes de los Clash y los Stones
y patinar en Antoniutti.

Pero a quien más echo de menos
(o a quien únicamente echo de menos)
es a mí.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Nights Are So Long



Muerto Razzle y muertos los Hanoi Rocks, Michael Monroe —cual Elvis del high energy y el punk rock— iba a iniciar su carrera en solitario publicando en 1987 un disco plagado de versiones en el que aportaba solo tres temas. Nights Are So Long se nutría del Monroe fan e intérprete, mientras que se abría poco a poco un camino como compositor que daría lo máximo de sí en el personal y espléndido Life Gets You Dirty. Los artistas escogidos por Monroe para acompañarle en su debut a nadie deben sorprender, pues la fidelidad del finlandés a sus ídolos musicales es de siempre sabida. She's No Angel, de los Heavy Metal Kids, repetiría más fornida en su siguiente plástico, piano de Ian Hunter incluido, aunque aquí también se disfrutaba. El Million Miles Away que cantara Stiv Bators; Shake Some Action, la inmortal canción de los Flamin Groovies; It's A Lie y Nights Are So Long, del proyecto de Jimmy Zero que no llegó a cuajar, Club Wow; y las totémicas High School (MC5) y You Can't Put Your Arms Around A Memory (breve revisión acústica del clásico de Johnny Thunders) completan el cuadro de las lecturas de composiciones ajenas, cantadas con amor y respeto por Michael Monroe aun sonando —característica inseparable del autor de Peace Of Mindal sleaze ochentero  sin remilgos. De los temas traídos por él, Can't Go Home Again es una buena balada, y Too Rich Too Be Good y Keep It Up, dos sabrosos rocanroles, es especial el segundo. Los escribirá mejores Monroe, lo hemos comentado, pero ya apuntaba unas maneras que el tiempo ha ido confirmado, construyendo una obra a la altura de la de la banda que le vio crecer. Sea como fuere, Nights Are So Long es un primer paso que yo al menos sigo escuchando con deleite.